miércoles, 20 de abril de 2016

CONCIENCIA ECOLÓGICA, VEGETARIANISMO Y FANATISMO

Riolama Fernández, Biol M Sc

Todas las actividades productivas humanas causan impactos ambientales, ya sea la actividad industrial, forestal, agrícola, pecuaria, minera, urbanística o turística, hasta respirar, porque cuando respiramos lo que expulsamos es CO2 (Dióxido de Carbono). El tipo, extensión e intensidad de los impactos ambientales que generan estas actividades tienen que ver con las particularidades del mismo proyecto y con las características físico-naturales y sociales del área donde se implanta o desarrolla.

En los últimos tiempos, es común que abunden agrupaciones que fomentan la transición del hombre omnívoro a vegetariano, bajo la premisa de la defensa de los derechos de los animales y la conservación del medio ambiente, argumentando que el pastoreo y la cría de animales es una práctica de maltrato animal y degradante del ambiente.

A este respecto, es importante definir lo que significa el prefijo ECO, el cual denota la casa, morada, ámbito vital o ecosistema. La ecología relaciona la vida-naturaleza con la cultura-antroposociología, es decir considera al hombre con su entorno. De manera que una “conciencia ecológica”, no puede prescindir de las costumbres del hombre, entre ello, su cultura alimentaria. No solamente la toma de conciencia de la degradación de la naturaleza,  sino también la toma de conciencia -en la sede de la ciencia ecológica- del carácter de las relaciones humanas con la naturaleza.

Es cierto que la sociedad es vitalmente dependiente de la naturaleza y que la misma está profundamente comprometida, trabajada y degradada por los procesos sociales humanos. Esto es un hecho, por eso una visión ecológica consiste en percibir todo fenómeno en relación con su entorno, pero la ecología va mucho más allá de la relación que existe entre los seres vivos y el medio, y de la defensa de la naturaleza y el ambiente. La conciencia ecológica debe profundizar en la conciencia eco-antroposocial, que si bien es cierto desarrolla conciencia política, que muchas veces suscita movimientos de mil formas éticas y colectivas, existenciales y militantes, de donde surge la gran diferencia entre un ecólogo y un ecologista.

No obstante, se debe tener cuidado con algunos ecologistas que promueven consumo de granos como frijoles y soya en lugar de carne. Les recuerdo, un ecologista es un activista y un ecólogo es un científico, no todo ecologista tiene estudios. Comer granos no es más ambientalista que comer carne, para cultivarlos se requiere intervenir grandes extensiones de bosques y convertirlos en tierras agrícolas y un excesivo uso de agroquímicos, pesticidas y plaguicidas que son compuestos orgánicos persistentes (COPs), en todo el planeta, no biodegradables y bioacumulables y degeneradores de la función celular. Por otra parte, un alto porcentaje de la población humana, como yo, somos alérgicas a los granos y cereales, resultando más saludable un filete que un plato de soya o frijol.

La transición de dejar de comer carnes no debería pasar por recomendaciones peligrosas a la salud y altamente degradantes del ambiente, como comer granos y enlatados, que provienen de procesos industrializados avanzados y generadores de contaminación ambiental y además causan daños a la salud humana, cosa que he visto con horror y espanto en grupos autodenominados ambientalistas, pues no deberíamos cambiar malo por peor, antes de andar de profetas deberían estudiar e informarse mejor, ya el mundo está lleno de fanatismos malsanos que planteando un bien hacen mal. Hay verduras, frutas y vegetales capaces de suplir los requerimientos alimenticios humanos sin pasar por los enlatados y granos que los autodenominados “protectores de animales” recomiendan altamente para dejar la carne.