miércoles, 12 de julio de 2023

LOS AÑOS FELICES DE MILAGROS MATA GIL

En el escritorio que le entregué a Milagros Mata Gil para que fungiera de secretaria novel de la Corresponsalía del diario El Nacional, encontré para mi sorpresa, luego de irse pues quería estudiar Castellano y Literatura en el Pedagógico de Caracas, una novela autobiográfica, inconclusa, titulada “Los Años Felices” y un poemario con esta dedicatoria a puño y letra en la portada: “Para Américo, el presente poemario inédito “La Ciudad Permanece” (Es posible que algún día, sea yo famosa, y en medio de la alegría por el Paraíso Perdido, yo recuerde estos poemas que hablan de Fundaciones) Milagros Mata Gil -Cd. Bolívar, 09-04-67. La novela autobiográfica se ambienta en lugares y personajes del Partido Comunista cuando este sube a la montaña y participa en las elecciones con el nombre de UPA. He aquí un pasaje de la interesante narrativa “Había algunos jóvenes entre ellos, no tanto como nosotros, pero jóvenes envejecidos por el ejercicio de la guerra. Ellos parecían personajes gorkianos, plenos de abnegación y fervor por la causa. Provistos de Fe, Esperanza y Caridad, Virtudes Teologales. Los veíamos pasar un poco desde lejos, con un temor reverencioso: el señor Sánchez era un tipo bondadoso, recto, y humilde, que pasaba sus días vendiendo perfumes de . casa en casa para mantener una numerosa prole (proletario); la señora Lobelia venía con su paso ágil y su palidez anunciadora ya de la muerte, con su rostro agrietado por innombrables martirios de la Dictadura; el señor Días, alto, canoso, un poco grotesco, que era un individuo gruñón descontento y moralista; y César Gil, con su aire angus¬tiado y sus contradicciones, y sus terribles tormentas y aquel tipo al que llamaban El Llanero, un poco misterioso; y Rafael, un estudiante de medicina, con gestos parsimoniosos y aspecto sereno, que tenía junto con otro estudiante un dispensario en Perra Seco que atendía en su tiempo libre: el ejercicio de su vida de comunista fue honesto y consecuente, y cuando la muerte llegó para él, sólo hizo resaltar esa vida llena de desprendimiento y - generosidad; pero de todos ellos, quien estaba más cerca de nosotros era Cachut; bohemio, aventurero, jugador y parrandero, contrasentido comunista, fiel a la alegría, desprovisto de la rígida solemnidad de sus camaradas y contemporáneos, con suficiente capacidad para entender nuestros lenguajes y calmar nuestras interrogantes. Ese Círculo de Estudios del que yo participaba, es¬taba controlado por Toñito Montes, Carlos G., Julio y El Pichón, aunque éste último parecía gustar más del traba¬jo de barrios. Éramos una especie de dirección Estudiantil que trazaba estrategias de captación y contribuía a la formación política e ideológica de los nuevos militantes. A este grupo se unió Andrés López, un tipo de sonrisa huidiza que siempre andaba con un libro bajo el brazo, lo que le valió el sobrenombre de Sobaco Ilustrado: él aceptaba la burla brutal con una sonrisa amar¬ga, y quién sabe qué demonios lo perseguían, quién sabe qué inmensa frustración había en su vida, pues jamás hablaba de su pasado, ni de su familia, y se alojaba aquí y allá, en casa de camaradas generosos, hasta que un día, por otro de sus gestos inexplicables, delató a un montón de gente (de la que salvó a sus benefactores eventuales) y huyó dejando una estela de odios, de perseguidos, de torturados y encarcelados, y hasta un muerto: Alberto, joven hijo de un herrero austríaco, murió por excesos de golpes hasta vencer sus quince años…” (AF)

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